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¿Comes bien… pero aún te sientes sin energía? Esto podría interesarte

¿Alguna vez has sentido que, aunque comes “saludable”, te falta energía, te cuesta concentrarte o simplemente no te sientes al 100%

La alimentación es nuestra primera fuente de salud, pero no siempre cubre todo lo que nuestro cuerpo necesita. Hoy te contamos por qué suplementarse también puede ser parte del equilibrio.


Alimentación: nuestra base diaria


Frutas, verduras, cereales integrales, proteínas y grasas saludables son esenciales. Estos alimentos nos dan energía, fortalecen el sistema inmunológico y previenen enfermedades.


Pero… ¿qué pasa cuando no alcanzamos a cubrirlo todo?


Donde no llega el plato, puede llegar el suplemento


Suplementarse no significa reemplazar alimentos, sino complementarlos cuando hay una necesidad específica.

Aquí algunos casos comunes donde los suplementos pueden marcar la diferencia:

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Déficit de vitamina D, hierro, B12 o magnesio

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Etapas de alta demanda: embarazo, adolescencia, entrenamiento intenso

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Dietas restrictivas: vegetarianismo, veganismo, intolerancias

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Problemas de absorción de nutrientes o condiciones digestivas

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Cambios naturales por envejecimiento


¿Cómo saber si lo necesito?


La suplementación debe ser personalizada. Lo ideal: consultar a un profesional de salud, hacerse análisis y elegir productos confiables.

Conclusión rápida:

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Alimentación consciente = base

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Suplementación inteligente = complemento

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Tu salud = un acto de autocuidado

Inflamación celular: qué es y cómo los omega-3 ayudan a combatirla

¿Alguna vez has sentido que, aunque comes “saludable”, te falta energía, te cuesta concentrarte o simplemente no te sientes al 100%

La inflamación celular es un proceso biológico esencial que ocurre cuando el cuerpo detecta un daño o amenaza. Auque muchas veces se asocia con algo negativo, la inflamación aguda es una herramienta clave para reparar tejidos y defendernos de infecciones. Sin embargo, cuando se vuelve crónica y de bajo grado, puede afectar seriamente nuestra salud.



Inflamación aguda vs. inflamación crónica



  •  Aguda: Es rápida, localizada y temporal. Se activa frente a heridas o infecciones y desaparece una vez que se resuelve el problema.


  • Crónica: Es silenciosa, persistente y ocurre a nivel celular. No produce síntomas evidentes, pero puede estar detrás de enfermedades como obesidad, diabetes tipo 2, artritis, enfermedades cardiovasculares e incluso depresión.


¿Cómo se origina la inflamación celular?


Cuando nuestras células detectan un agente dañino —ya sea una toxina, un patógeno o un exceso de nutrientes poco saludables— liberan citoquinas y mediadores inflamatorios. Estas sustancias activan al sistema inmunológico, generando una cadena de reacciones para contener el daño.


El problema surge cuando esa activación no se detiene. Dietas inflamatorias, el estrés crónico, la falta de sueño o el sedentarismo pueden hacer que esta inflamación celular se mantenga activa constantemente, afectando órganos y tejidos con el tiempo.


La nutrición: clave para regular la inflamación


Numerosos estudios han demostrado que lo que comemos influye directamente en los niveles de inflamación del cuerpo. Algunos alimentos promueven este estado, mientras que otros ayudan a calmarlo.


  • Proinflamatorios: Azúcares refinados, grasas trans, alimentos ultraprocesados, aceites vegetales refinados.
  • Antiinflamatorios: Frutas y verduras frescas, legumbres, especias como la cúrcuma, té verde, frutos secos, y especialmente grasas saludables como los omega-3.

Omega-3: el desinflamatorio natural


Los ácidos grasos omega-3, presentes en pescados grasos (como salmón, sardinas y caballa), semillas de chía, linaza y nueces, tienen un poderoso efecto antiinflamatorio.


Estos ácidos grasos ayudan a:


  • Reducir la producción de citoquinas proinflamatorias.
  • Regular la respuesta inmunológica.
  • Generar resolvinas y protectinas, moléculas especializadas en detener la inflamación.


La ciencia lo confirma:


Un artículo publicado en The American Journal of Clinical Nutrition explica cómo los omega-3 influyen positivamente en la reducción de marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva (PCR) y la interleucina-6 (IL-6).

Fuente: Calder, P.C. (2006). n–3 polyunsaturated fatty acids, inflammation, and inflammatory diseases. The American Journal of Clinical Nutrition, 83(6), 1505S–1519S. https://doi.org/10.1093/ajcn/83.6.1505S

¿Por qué elegir suplementos y balanceadores de omegas de calidad?


Aunque una alimentación rica en omega-3 es lo ideal, muchas personas no alcanzan los niveles recomendados solo con la dieta. Aquí es donde los suplementos pueden ser útiles.


Sin embargo, no todos los suplementos de omega son iguales. Algunos productos económicos pueden estar oxidados, contener metales pesados, o tener una proporción desequilibrada entre omega-3 y omega-6, lo cual podría incluso favorecer la inflamación.


Al elegir un suplemento o balanceador de omegas, busca siempre que:


  • Provenga de fuentes seguras y purificadas (como aceite de pescado destilado molecularmente o algas de cultivo controlado).
  • Tenga certificaciones de calidad y pureza (como IFOS, GOED o similares).
  • Mantenga una buena proporción omega-3/omega-6, favoreciendo los omega-3.
  • Indique claramente el contenido de EPA y DHA, los componentes antiinflamatorios más efectivos.


Consultar con un profesional de la salud o nutricionista puede ayudarte a elegir el suplemento más adecuado según tus necesidades.


Conclusión


La inflamación celular crónica es uno de los grandes desafíos de la salud moderna, y nuestra alimentación es una herramienta poderosa para prevenirla. Incluir fuentes de omega-3 y, cuando sea necesario, optar por suplementos de alta calidad, puede marcar una gran diferencia en el bienestar general y la prevención de enfermedades crónicas.


¿Te interesa saber qué suplementos podrían ayudarte a sentirte mejor?

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Tu bienestar empieza por lo que eliges cada día.

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Alimentación consciente = base

La Importancia de una Buena Alimentación: Más Allá de las Calorías

¿Alguna vez has sentido que, aunque comes “saludable”, te falta energía, te cuesta concentrarte o simplemente no te sientes al 100%

Cuando hablamos de salud, a menudo pensamos en hacer ejercicio o en ir al médico con regularidad. Sin embargo, uno de los pilares más fundamentales (y a veces subestimado) del bienestar integral es la alimentación. Lo que comemos no solo impacta nuestro cuerpo a nivel físico, sino que también afecta nuestra mente, emociones y calidad de vida en general.


Comer bien es vivir mejor


Una alimentación equilibrada proporciona al cuerpo los nutrientes necesarios para funcionar correctamente: proteínas, carbohidratos, grasas saludables, vitaminas y minerales. Estos nutrientes son esenciales para que nuestros órganos trabajen con eficiencia, nuestro sistema inmunológico se mantenga fuerte y nuestra energía diaria se mantenga estable.


Por ejemplo, una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas magras puede prevenir enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, la hipertensión y ciertos tipos de cáncer. Además, contribuye a mantener un peso saludable y reduce el riesgo de obesidad, una de las principales causas de problemas de salud a nivel mundial.

La conexión entre alimentación y salud mental


Lo que comemos también afecta directamente nuestro cerebro. Diversos estudios han demostrado que una mala alimentación puede contribuir a problemas como la ansiedad, la depresión y la falta de concentración. Al contrario, una dieta rica en omega-3, antioxidantes y vitaminas del grupo B puede mejorar el estado de ánimo, la memoria y la capacidad de aprendizaje.


Alimentarse conscientemente


Más allá de los nutrientes, alimentarse bien también implica ser consciente de nuestros hábitos: elegir alimentos naturales sobre procesados, aprender a leer etiquetas, evitar el exceso de azúcar y sal, y respetar nuestras señales de hambre y saciedad. Comer no solo es una necesidad biológica, sino también un acto de autocuidado.


En resumen



Adoptar una buena alimentación no significa seguir una dieta estricta o privarse de los alimentos que nos gustan, sino aprender a encontrar el equilibrio. Se trata de nutrir el cuerpo y la mente, de hacer elecciones más conscientes y de cuidar la salud a largo plazo. Porque, al final del día, lo que comemos forma parte de lo que somos.